Escondida tras
la iglesia solo piensa en no ser encontrada, su corazón late enérgicamente
presa del miedo a ser descubierta, su mundo mágico está a punto de desaparecer
y no quiere, no ahora, no en este momento. Lucha por contener las lágrimas que
quieren desbordar sus ojos y cuenta hasta diez para tranquilizarse, diez
segundos que pueden cambiar una vida.
Sabe qué si
conserva la calma, nada malo puede ocurrirle.
Había salido de
casa a clase de piano, como tantas veces, era miércoles, su profesora Patricia
la esperaba a las siete de la tarde. Ella vivía en un pequeño bungaló a las
afueras del pueblo encantador de Villamarina, un lugar hermoso con amplia
arboleda rodeada de vegetación y unas vistas al mar Cantábrico que llenaban de
luz y belleza sus ojos
.
Desde hacía un
tiempo, unos tres meses, había decidido hacer realidad un sueño de los muchos
que tenía las cosas, paso a paso, como dicen y así los sentía en ese momento.
Contactó con
ella a través de un anuncio que pegado en una farola de luz tenue quería llamar
la atención de los ojos avispados que miran y captan el mensaje y así fue como
si los pasos cifrados le indicaran el camino, se produjo la chispa de la
claridad, ya, sí, ¡¡ahora!!
Acordes y letras
de música llenaron su cabeza, transportándola. ¿Qué realidad creada en tu mente
no es realizable? Enseguida tomó nota del número de teléfono dispuesta a marcar
las teclas del mejor sonido que recordaba su cabeza, al segundo ring-ring se
descolgó el auricular. Al otro lado del hilo una voz suave y a la vez profunda
expresó un alló, Patricia al habla.
Su voz se quedó
muda durante unos segundos, la sorpresa y las ganas hicieron este silencio
aunque enseguida se sosegó.
Hola, me
llamo Lidia y te llamaba por el anuncio que vi, quisiera aprenderá a tocar el
piano.
Muy bien
-respondió Patricia-
¿Tienes idea de solfeo?
¿Tienes idea de solfeo?
¿Has tocado
alguna vez un piano?
Lo cierto es que
no, aunque siempre lo he querido hacer, sería todo nuevo para mí.
Patricia
escuchaba atentamente a su interlocutora.
¿Qué edad
tienes?
Tengo 13 años -respondió Lidia-
Tengo 13 años -respondió Lidia-
Está bien,
siempre es un buen momento para comenzar.
Entonces ¿te va
bien que comience este miércoles, a las siete de la tarde? -pregunta Lidia-
¡¡Claro que sí!!
¿Tienes la
dirección? sino toma nota.
-Sí ya la tengo,
gracias-
.
Pues nos vemos
en mi casa el próximo, miércoles, 14 de mayo. Sé puntual -le aconseja Patricia-
-De acuerdo,
allí estaré.-
Cuelga el
auricular y dentro de sí se siente muy feliz de haber dado un paso más hacia
uno de sus sueños. Una melodía acude a su cabeza, quisiera saber tocarla “Stand
by me” de B. B. King.
Y así será, pues
en su cabeza se lo ha propuesto. Sonríe, adivina que habrá un cambio en su
vida. Sucedió ya, hace unos días y seguidamente se dirige de nuevo a casa de
Patricia.
Acostumbrada a
caminar por los parajes que le ofrece su entorno cotidiano su mente y vista se
ensueñan en la visión de su próxima clase de piano, acariciando esas teclas
blancas y negras qué acordando, suenan.
En casa, su
madre Marta espera su regreso. Ella es hija única, hace unos tres años que
viven juntas después de la separación de su padre Mateo, la relación entre
ambos se había deteriorado tanto que la convivencia era imposible. Habían
ocurrido muchas cosas, cambios, situaciones delicadas, momentos críticos, tanto
que hubo miedo ante el desenlace de lo inevitable. Ser consciente de no querer
continuar y ser valiente en la situación, fueron armas para coger fuerzas y
avanzar, su madre es una mujer muy fuerte.
Ahora podían
disfrutar de la tranquilidad que durante tanto tiempo les fue negada. Solas en
casa, sin temor, ni inquietud, no preocupándose ya por el sonido de aquella
llave que abría la puerta del hogar temiendo al monstruo que la traspasaba.
Parece ser que
no, suspira aliviada.
-Ya decía, yo- imaginaciones mías, se repite en la mente.
Desconcertada
pasados unos segundos vuelve a verlo detrás suyo, el pánico se apodera de ella,
ahora no sabe qué hacer todas las alertas se han encendido, hay miedo. Apresura su paso pensando como despistarle,
el cerebro trabaja febrilmente tratando de encontrar una salida.
Conoce un atajo
-se dice- la vieja iglesia de la calle San Luis acude a su memoria. La memoria
de su infancia, allí dónde tantas veces corrió a esconderse para no ser
encontrada, ante el regreso al lúgubre lugar que la esperaba, aunque siempre la
encontraban por mucho que rezara. Ahora sabe que no será así, tiene la
llave de la iglesia -recuerda- la lleva en su llavero como talismán, regalo de
su abuela.
Corre ligera,
atraviesa la valla enrejada, los nervios atenazan sus manos que buscando la
oquedad deseada, no aciertan pues los pasos se acercan y los miedos acechan.
Cierra los ojos
y se calma, se habla y se recuerda que nada malo le ocurrirá y con esa
seguridad la llave penetra y gira abriendo la puerta hacia la libertad de la
presa, ella, y que nadie la alcanzará. El golpeteo de la valla al cerrarse, es
un sonido repleto de seguridad y tranquilidad.
.
Y su mente, se
pierde pensando en su clase de piano.
Manuela García Cano
12/04/2019
Muy bueno!!!
ResponderEliminarMarta