Fotografías Manuela García (Estación del Norte)
Dije que escribiría todos los días
las sensaciones vividas
en estos días, de encierro exigido.
Pero era repetirse, casi todos
sus días, lo mismo.
Hoy es el noveno, mira el nueve
mi nueve, con el tengo una poesía
Paseo como cada mañana buscando
un rayo de sol que me dé vitamina
y suelo liso que pisar.
He ido a parar a la Estación del Norte
pero más parecía una estación pérdida,
casi vacía, algún ser humano
y apenas líneas de autobuses.
Pensaba que viajar estaba también prohibido.
Camino y piso el suelo dónde antes
había terrazas al sol o la fresca
y su natural algarabía.
Ahora hasta se escuchan sonidos
que antes te pasaban desapercibidos.
Echo de menos a los niños
y sus juegos, risas, lloros y alegrías.
En sus parques llenos de árboles
y arena, un candado cae de la puerta
cerrada y el ya habitual aviso, por virus.
Se acabó la reunión de amigos, familia,
peor, parece más bien una cárcel de alta seguridad
Allí al menos no estaban prohibidas las visitas.
Me cruzo en mi camino, con un furgón de Mossos
aparcados en el parterre de la Gran Vía
era nada menos que ocho, todos fuera y
todos observando. Distrito policial, sin pronunciar.
Y estos días que no escribí e incluso hoy
las personas no saben que hacer,
los ánimos no se pueden perder, afectan
al sistema inmunitario también,
más propenso al virus estando recluidos.
La música se escapa por los balcones,
por los coches con buenos altavoces,
personas que cantan, tocan y regalan
desde sus balcones su arte y otras como yo
que recito poesía a familia y amigos
por redes sociales, voz en WhatsApp.
Nos acabamos de enterar que no serán
dos semanas si no cuatro, un mes.
Y los días se alargan
en esta espiral de nunca acabar.
Manuela García/ Domingo 22/03/2020
Vivencias en confinamiento por Covid19
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