Durante cinco años vivimos en Zamora, pues mi padre encontró allí trabajo y claro está, toda la familia le acompañamos. Nuestra casa estaba situada por debajo del Puente de Hierro, en la calle de La Amargura, vaya nombre, lo cierto es que sí se vivió amargura en esa casa. Hay que comprender que tantos niños tenían que dar trabajo, lo cierto es que ya entonces no recuerdo el cariño de mi madre y deberá ser porque no lo demostraba, era dura con nosotros e incluso exigente. La teníamos un poco de miedo ya que a la menor insignificancia nos daba una torta.
Continuará...
Manuela García 31/05/2019
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