El tiempo
afianzó nuestra relación, comencé a quererle más, a estar más unidos hasta que
llegó el momento de entregarme a él. Sucedió en su casa, no estaban sus padres.
Me sentía muy nerviosa y apurada me tenía que mostrar tal y cual era, siempre
había tenido un poco de complejo con mi cuerpo ya que me operaron de los
pulmones cuando era pequeña y tenía unas cicatrices. Cuando era adolescente
pensaba que por eso a lo mejor los hombres no me iban a querer, pues no era una
mujer "normal", pero entonces me di cuenta de que todos esos temores
eran infundados, pues cuando un hombre te ama las cicatrices no las ve, te ve a
ti. .Fue bonito pero dolió un poco. Me sentía pletórica e ilusionada.
Habíamos
dado un gran paso y cada vez que se podía procurábamos estar juntos, ya sabéis
cualquier lugar confortable o no era una oportunidad para descubrir de nuevo
nuestros cuerpos, íbamos aprendiendo juntos porque estaba acostumbrado a todo
muy rápido y así no disfrutábamos los dos. Hablábamos para conocernos
mejor, bueno hablaba yo, Roberto no tenía conversación y siempre tenía que ser
yo quien pensara de qué hablar, no era muy culto además de pocas palabras. Al
contrario que yo que me gustaba una buena conversación y no los silencios
prolongados. A veces de rabia le dejaba plantado en el pub de turno y me iba
para casa.
Continuará...
Manuela García 05/08/2019
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