Trozos de Vida XXIII

Roberto y yo tuvimos una larga charla, habíamos quedado para hablar el día siguiente, le dije que era importante.Venía una poco preocupado, lo cierto es que no hay mejor cosa que afrontar las dificultades pronto y con sinceridad. Fuimos a un lugar tranquilo, sin música para poder hablar abiertamente. Expuse mi preocupación por su falta de conversación, me hacía sentir incómoda y hasta nerviosa. Le pregunté ¿qué le ocurría? y si siempre había sido así. Me explico que el nunca había salido es serio con ninguna chica y yo le imponía un poco de respeto, como si fuera más que él ,según su punto de vista, y no quería meter la pata y me dejaba a mi el peso de la conversación. Su excusa me pareció de lo menos convincente, ya le dije que se quitara esa tontería de la cabeza pues yo era una chica normal y podía mostrarse tal cual es. El amor ya sabéis es ciego y di por buena su explicación y a ver a partir de ahora como iban a ir las cosas. Lo mejor de él, que era muy cariñoso.



Roberto en el día a día no hacía nada de especial, se acostaba tarde, ayudaba a su madre que estaba un poco delicada de salud, después de comer se iba al bar de la carretera a jugar a las cartas con sus amigos y por último conmigo , hacía vida de viejo-joven. Esperando que llegara la primavera y sobre finales de marzo, llegaba telegrama de incorporación inmediata o llamada telefónica. No tenía aspiraciones de mejorar, estudiar algo para el futuro, nada. Como ya tenía el contrato fijo discontinuo de hacía trece años seguro y el resto del tiempo de vacaciones ¿para qué iba a mover un dedo? Su vida era eso. Tenía  un padre un poco rígido y su debilidad era su madre, por cosas que habían vivido.



Continuará...






Manuela García 11/08/2019



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