Trozos de Vida LIII


Los últimos tres días fueron un amasijo de de sentimientos por mi parte, se me rompía el corazón de tener que marcharme y dejar a Roberto solo, ya sé que estaba acostumbrado de otros años, pero esta vez era diferente estaba yo y cuando convives con tu pareja se convierte en tu complemento, me quería más y yo a él. Tuve que comunicar con mi familia y contarles lo ocurrido, todo y que estaría muy pronto allí. Antes de llegar ya comenzaron los reproches, tuve que callar en cosas que tenían razón pero en otras no. Quien no se arriesga no gana nada. No lo tomé como un fracaso, sino como una experiencia, aunque ellos, mis padres lo tomarían por el lado negativo, como siempre. Bueno ya tendríamos tiempo de hablar al llegar a casa. Procuramos pasar todo el tiempo que se pudiera juntos. Se lo dijimos a nuestros amigos Néstor y Rocío, lamentaban que me tuviera que marchar, lo importante era curarse y cuatro meses pasan volando. Bueno, de eso no estaba yo tan segura. Aprovechamos el tiempo que nos quedaba y Roberto me llevó a una playa nudista, aunque había varias y la única que iba vestida era yo, no dejaba de mirar a los tíos, nunca había visto tanto hombre junto en bolas, claro en mi tierra no había de estas cosas y yo no dejaba de mirarlos,


Pasamos ratos en las terrazas tomando chupitos de hierbas, qué ricos. Y hablando del futuro, pero no tenía mucho sentido, pero Roberto lo hacía por animarme. ¿Quien sabía qué iba a pasar?. No me gustan las distancias, las parejas están hechas para estar juntas y regar el jardín, si no se seca. Al final llegó el día de mi regreso, no os podeis imaginar recogerlo todo, mis pertenencias y volver a hacer las maletas, esta vez para volver a mi cárcel de cristal. Pero me propuse ser fuerte y no ponérselo más difícil a él. Me despedí de todos los que conocí. Así que cogimos un taxi que nos llevara al Aeropuerto, el vuelo partía a las 17 pm. el trayecto duraba 50 minutos. Llegamos con antelación suficiente y sin querererlo la tristeza se adueñó de mí. Ya era la hora de embarcar y nos teníamos que despedir, nos besamos y abrazamos como si fuera la última vez y unas lágrimás rodaron por mis mejillas. Dijimos de seguir hablando por teléfono y carta. ¿Qué nos esperaba a partir de ahora?. Nadie lo sabia y esa sería otra historia. Ya pasé el control y el avión me esperaba en ese atardecer de primavera y lo último nos saludamos con la mano y me dí la vuelta, el dolor volvió.


THE END

Manuela García 02/01/2020


No hay comentarios:

Publicar un comentario