Trozos de vida VIII

Mi relación con mi madre nunca fue buena, como he mencionado antes, tengo pocos recuerdos gratos de ella. No existía comunicación, ni confianza. No se percibía el cariño, solo encontraba gritos, discusiones por tonterías, insultos, más de una vez se le fue la mano y todo ello junto me hacia daño emocionalmente. No es de extrañar que con estos antecedentes, el negocio que mi padre propusiera iniciar para mí, para llevarlo yo, no funcionase, La papelería-librería que abrimos se encontraba en una zona próxima a nuestra vivienda y estaba situada en una calle de poco paso, no en la vía principal que hubiera estado más visible y estaban la mayoría de comercios. Por ello no vendíamos lo suficiente para mantenerlo. Yo estaba contenta en parte cuando estaba sola, atendía a la clientela, preparaba el escaparate, colocaba la mercancía, lo tenía todo listo para nuestros clientes. Estaba muy orgullosa de mi, ya que con catorce años, era capaz de llevar una tienda, además siempre me ha gustado el trato con la gente.


Pero cuando llegaba mi madre, no había nada a su gusto, todo le parecía mal. Yo claro está la contestaba, pues estaba cansada de que siempre encontrase una excusa para increparme. Ella no toleraba mis contestaciones y algunas veces me puso la mano encima dentro del almacén.No podía aguantar más esta situación, no tragaba a mi madre, tenía que soportarla  en casa y además en el trabajo, era insostenible. Al cabo de dos años mi padre decidió cerrar la tienda. Después de esta experiencia fallida, me prometí a mi misma que jamás trabajaría con mi familia, prefería trabajar para otros que seguro me tendrían en mejor consideración.








Continuara....




Manuela García 13/06/2019

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