Recogimos las
maletas y fuimos a desayunar. Nos asomamos a la ventana desde el hotel y ya
vimos que los primeros pasajeros entraban para buscar su asiento. Acabamos
rápido e hicimos los mismo buscamos uno que estuviera al lado del pasillo por
si había que ir al baño, de todas las formas detrás de cada asiento había
colgada una bolsa de papel para las urgencias. Esperaba no tener que
utilizarlas. Poco a poco se fue llenando, el día amaneció muy nublado y la mar
no estaba tranquila, mala señal. Nos sentamos juntos y ya le dí a Roberto mi
mano para reconfortarme, olía a combustible y salitre. Yo era propensa al mareo
y ya los olores me revolvieron el estómago. De todas formas me
aconsejaron en casa que tomara Biodramina para el mareo.
Esperamos largo rato hasta que llegó el último pasajero y el capitán con un largo pitido anunciaba que emprendía la navegación.Era una hora, solo cabía o una cabezada, hablar o mirar el pasaje del entorno, rocas, islas, calas y mar A medida que íbamos avanzando mar adentro, el mar ya no era tranquilo, la mar se convirtió en picada con olas que hacían que el ferry se moviera bastante y mi estomago comenzó a dar vueltas, aguanté como puede el malestar, Roberto me tranquilizaba, pero ya era imposible me levanté del asiento y fui caminando bamboleandome por los pasillos, me daba verguenza vomitar en una bolsa de papel. Pero el baño era aún peor, sujetándote por las paredes y el movimiento. Las demás veces ya no me importo vomitar en la bolsa, el viaje fue malísimo, estaba deseando que acabara y acabó. Para entonces estaba hecha añicos.
Continuará...
Manuela García 17/09/2019
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