Trozos de Vida XXXIV

No retiramos a nuestra habitación a descansar primero y luego deshacer las maletas y organizar nuestras cosas. Nos pusimos cómodos y a echamos una siesta de dos horas, que bien nos sentó. Nos levantamos ligeros, colocamos la ropa en el armario como pudimos, no era muy grande. Una parte de la ropa la dejé en mi maleta, las fotografías que había en las paredes las dejamos porque alegraban y hacían de decoración, Arreglamos las camas, antes, con ropa limpia que nos dejaron encima. Se cambiaban una vez a la semana, junto a las toallas. Ahora faltaba ir de compras, la comida, cada pareja se compraba la suya. Teníamos la nevera en común, el microondas y la lavadora que la haríamos por turnos, además del baño-wc y por supuesto nos dieron las llaves de nuestra habitación para candar cuando marchásemos, se miraba mucho que no faltasen cosas.


El paisaje era seco y el clima húmedo, cerca había comercios en este pequeño pueblo, San Fernando. Eran como colmados, habían bares, algún restaurante, todo muy básico, la sequedad del paisaje era lo más llamativo, pero había unos cielos límpidos azulados si una solo nube, preciosos. Al ser una isla, los pueblos de alrededor estaban a 20 o 30 kms había transporte público pero tardaba mucho en venir. A lo mejor podíamos alquilar un ciclomotor, yo tenía carné desde los dieciocho años, no lo había usado nunca a lo mejor era el momento para desplazarse con libertad ya que con el B1 te daban la licencia de ciclomotor. Roberto no tenía carné todavía. Compramos lo básico y de paso a la cantina a tomar algo y saludar a nuestros vecinos, ya que era pocos a parte de los trabajadores del hotel.






Continuará






Manuela García 05/10/2019



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