Trozos de Vida XLI

Llegamos a San Fernando, nunca había montado en una moto y menos de paquete. Me agarré fuerte a Roberto, pues la moto era un poco inestable aunque la sensación de libertad era agradable, cuando fuera yo la conductora la sentiría más. Parecía que iba perfectamente .Se la enseñamos a los amigos que comentaron que fue una buena idea e inversión, además indispensable en una isla como Formentera. Roberto me enseñó donde estaba el pedal y el freno, las marchas estaban en los manillares, practiqué un poco en la parte de los apartamentos, pesaba un poco, él estaba pendiente de mí dándome indicaciones. Aunque era mejor practicar en la calzada, se montó conmigo de paquete, dos personas había que guardar más el equilibrio y sobre todo aprender bien el manejo de pedales y manillares, yo tenía tendencia a confundir la derecha con la izquierda.




Acabó la clase por hoy, mañana iríamos a Es Pujols de nuevo pero a buscar trabajo, tendría que esperar a Roberto para ir juntos mientras yo me hacía con la moto y pudiera desenvolverme sola. Poco a poco le iba cogiendo el tranquillo y me sentía más segura A parte de buscar trabajo algún día íbamos a la playa, que estaba enfrente del hotel dónde trabajaba Roberto. Iba en autobús más o menos a la hora que él salía y ya nos quedábamos allí un par de horas tomando el sol y a nadar. Cuando vi el agua del mar, nunca lo había visto de verdad, ya sabéis que mis padres no me dejaban salir ni de vacaciones, ni camping... era cristalina, limpia, se veía el fondo y hasta había pececillos que nadaban entre tus piernas, allí tenías que ir caminando un rato para que el agua te cubriera, la temperatura un poco fría y el paisaje espectacular, había pinares por todas partes, altos y frondosos. Te podías hasta dormir una siesta a la sombra con tu toalla y los cielos despejados, azules. La visión general me dejó traspuesta, parecía el paraíso.



Continuará...




Manuela García 04/11/2019

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