Trozos de Vida LI

Pasaban los días mortalmente aburridos y calurosos. Una noche decidí hablar con Roberto sobre mi vuelta a casa. Le expliqué todas las razones que habían pasado por mí cabeza y a pesar que me dolía en el alma no estar juntos y tener que volver a esa cárcel, que era mi casa, sin su apoyo, calor y cariño. No sé como lo iba a pasar. pero creía que era la opción más sensata. El se negó en redondo, dijo que seguro que se me curaría pronto y a él no le importaba gastar una parte del dinero que ganaba en mí. Pero yo sabía que a sus padres esto no les haría ni pizca de gracia. Dejamos el tema abierto hasta la próxima visita médica. Seguí a pies juntillas todos los consejos médicos y volvimos  al centro médico, nada había cambiado no se secaba la herida y seguí supurando, mala señal. La humedad insistió el médico,  tampoco ayudaba en este aspecto y que necesitaría un clima más seco, mira tú por dónde, en mi tierra. Hacía ya casi dos meses que llegamos y dadas las circunstancias había que tomar una decisión y ella estaba en mis manos por mucho que a Roberto no le gustara. Me propuse hablar con él muy en serio cuando llegaramos a nuestro hogar. Hablamos largo y tendido sobre la situación y al final tuvimos que aceptar que yo era en este momento una carga, ya no tenía dinero y seguro curaria la herida mucho mejor en mi tierra. Lo había intentado y estaba orgullosa de lo que me había atrevido a hacer. Teníamos que ser realistas. Por lo tanto volvía a casa con la cabeza bien alta y muy triste, al igual que Roberto. Solo quedaban cuatro meses por delante. Nos dormimos abrazados pues sería ya de las pocas veces que podríamos hacerlo.




Continuará...


Manuela García 17/12/2019

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