Trozos de Vida Continuación nº LXXV

Salimos de casa dando saltos de alegría, nos íbamos a ir juntos a las Islas y casados. Estaríamos juntos, que era lo más importante en ese momento, para nosotros.  Había mucho qué hacer y no mucho tiempo. Recuerdo bodas que entre los preparativos, invitaciones, restaurante y la Iglesia dónde te quieras casar, podía pasar hasta un año. A mi la iglesia no me daba igual, tenía especial devoción por la Iglesia de Sancti Spiritus, estaba en el centro de la ciudad, era una iglesia gótica dedicada al Espíritu Santo. Soy cristiana, no practicante, Hasta que tomé la comunión, íbamos todos los domingos a misa, con mis padres, pero cuando tuve capacidad de discernir, consideré que porque me tenía que ir a confesar a la iglesia con un hombre, representante de Dios, si Él estaba en todas partes, y podía rezar en casa o cualquier lugar. Lo cierto es que iba mucho a esta iglesia a hablar con Él, le contaba todo lo que me pasaba en casa y lo desgraciada que era y que me ayudara. Mi zozobra se aligeraba de esta manera. Y si se pudiera me gustaría que allí se unieran nuestras manos, en la salud, en la enfermedad hasta que la muerte nos separe. Qué bonito sonaba eso, después nada era mágico y bello. La convivencia me demostraría muchas cosas, pero ya llegaremos... Tendríamos que hablar ya con el párroco y plantear nuestra situación, a parte tenias que hacer un cursillo con otras parejas antes del matrimonio, que solía durar unos días. El restaurante seguro lo teníamos claro, típico de nuestra ciudad, El Tobogán, a ver si el día que nos dieran, tenían el salón libre. Las invitaciones para saber el número de familiares y amigos que asistieran y por supuesto el vestido de novia, de novio. Ya solo de enumerar todas la liturgia (se podría decir) antes del matrimonio te ponías nerviosa, pero había que pasar por todo este protocolo.


Continuará...


Manuela García 18/12/2020

Fotografía: Fuente Internet

No hay comentarios:

Publicar un comentario