Trozos de Vida Continuación nº LXXVIII

Los días con tanto que hacer se pasaban volando, tuvimos mucho trabajo por el tema de las invitaciones. Normalmente se avisa con muchos meses de antelación, que da para ahorrar, pues uno se compra ropa nueva si es posible, el dinero del cubierto, que es la cena de cada comensal. En el restaurante te ofrecen el menú para bodas, hay varios, te dan elegir, los precios varían. Los entrantes, el primer plato, segundo carne o pescado. Un vino con solera, los postres y la hermosa tarta de tres pisos. Ya nos habían contestado muchos de los familiares, también nosotros sabíamos que nuestra familia no solía faltar a los enlaces de los hijos. Finalmente los invitados entre las dos familias más amigos sumaron ciento tres. Me acordaré toda la vida pues me recordaba a un anuncio de un brandy que se llamaba como el número. Hay detalles que no se olvidan nunca. Todo iba viento en popa. Con los preparativos y la ilusión mi madre no estaba tan gruñona y mi padre se dejaba llevar. Habíamos hablado, que según lo que recogiéramos de la boda pagábamos la misma, las fotos del enlace también corrían de nuestra cuenta, si sobraba dinero, pues para hacer un viaje de luna de miel. Ya se vería. No sabía que para algo tan sencillo como casarse, había que hacer malabarismos. Pero recuerdo una frase que decía que el SÍ o el NO suele darse en las decisiones más importantes de la vida y esta lo era. Nuestros padres nos habían inculcado que casarse era para siempre, como los cuentos. Si lo hubiera sabido, pero eso era el futuro por venir. 



Continuará...


14/01/2021

Foto: Invitación de Boda / Fuente Internet


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