Salimos de la discoteca, vaya que no podíamos más y dejamos que todos ellos se quedasen hasta que quisieran o cerrasen. Deseábamos llegar a casa, desnudarnos y meternos en la cama. Qué sensación más extraña, en casi veinticuatro horas cambiamos el estado civil y ya éramos un matrimonio y libres para amarnos dónde y cuándo quisiéramos. La verdad es que estábamos un poco contentos con el alcohol y yo que no bebía, Roberto, más. Nuestra primera noche juntos después de la boda. Comenzamos a quitarnos la ropa el uno a otro, teníamos unas ganas, ya nos quedaba solo la ropa interior y Roberto me cogió en brazos y me quiso poner románticamente en el lecho matrimonial y rodamos por la cama, nos entró la risa pero vernos ya sin apenas ropa, urgió quitarla y completamente desnudos, comenzó el juego amoroso, sin trabas, sin tabúes, parecía que nunca lo habíamos hecho, pero así no, con locura desmedida, nos comíamos el uno al otro.
La seducción iba
subiendo de tono, urgía que me penetrara, veía erecto su miembro. Nosotros
siempre lo hacíamos con preservativo y se me ocurrió que se siente sin él, con
una goma no es igual, nos miramos y dimos el visto bueno a la proposición, me
penetró poco a poco, que gusto sentir una piel rozando con otra, de repente
empujo sintiendo como su miembro se deslizaba por las paredes de mi vagina
hasta llegar hasta el fondo, que maravilla, la volvió a sacar y esta vez fue más
brusco me envistíó, que placer, mientras con su lengua me lamía los pezones,
los movimientos los hicimos al unísono, yo le pedía más, más, hasta que el
orgasmo comenzaba a aflorar nos urgía terminar, éramos dos animales copulando,
entrar y salir, despacio, fuerte, finalmente, llegó la culminación y se corrió
dentro de mí, si no sabía que se sentía, ahora sí. Una gran diferencia. Nos
quedamos exhaustos con esa primera vez y pletóricos, pero la noche fue larga, y
nos amamos varias veces, hasta quedar saciados de nuestros cuerpos.
Continuará....
Manuela García 28/02/2021
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